fuente: Elvin Calcaño Ortiz
Clave 1: China fue la gran ganadora del proceso de globalización que, como estrategia geopolítica, impulsaron las élites políticas, económicas, militares y académicas del propio Estados Unidos desde finales de los años 60 del siglo pasado. Así, Trump parte de la convicción de que el entramado de instituciones multilaterales que se crearon para gestionar los diferentes niveles de esa globalización (financiero, militar, político, cultural, diplomático, etc.) hoy constituyen un obstáculo para que Estados Unidos recupere la primacía mundial frente a China y potencias emergentes. Por ello la lógica de relaciones bilaterales y basadas en la fuerza, que no en el derecho internacional ni en convencionalismos diplomáticos, que ya anuncia usará.
Clave 2: Estados Unidos es una sociedad rota por dentro. Su comunidad política interna está quebrada porque entre adversarios políticos se ven como enemigos irreconciliables. Para amplios segmentos estadounidenses Trump no es un presidente legítimo; como para la casi totalidad del trumpismo no lo era Biden ni lo fue Obama. Asimismo, es un país atravesado por radicales divisiones generacionales y étnicas. En ese contexto, Trump, desde una perspectiva reaccionaria y de tintes supremacistas, intenta dotar de causas trascendentales al estadounidense medio. Y, esa visión geopolítica de corte monroista que anuncia de América para los americanos y posesión a la fuerza de territorios se inscribe en ese propósito.
Clave 3: La humanidad se encuentra hoy en un momento paradojal donde tenemos, al mismo tiempo, las capacidades tecnológicas para destruirnos y solucionar gran parte de nuestros problemas fundamentales (hambre, enfermedades, guerras). Con los intereses que marcan el actual capitalismo tecno-financiero optando por profundizar en la lógica de enriquecimiento de unos pocos. Lo cual conduce a que estemos a día de hoy privilegiando la capacidad destructiva más que la de salvar vidas. De ahí que estemos hablando de invasiones, genocidios (como en Gaza) y expulsar millones de migrantes pobres de países ricos; en lugar de que las grandes naciones y líderes estén hablando de llevar comida donde todavía hay hambre y/o curar enfermedades aprovechando la extraordinaria tecnología existente. Ni tampoco de atajar definitivamente los brutales efectos que ya se viven del cambio climático. Trump, ese imperialista ramplón y agresivo, rodeado de billonarios ambiciosos y algunos delirantes, es, pues, una expresión de este momento paradojal que vive el mundo.